El inexorable paso del tiempo

«Al hijo mío me lo mataron el 16 de enero del 2007. Él desapareció y yo lo vine a encontrar a los diez meses de su asesinato, cuando salió su nombre publicado en La Chiva, ese que ahora se llama el Q’ hubo. Porque resulta que, en ese entonces, con tanta violencia, tantos muertos, había 105 personas NN en el Cementerio Universal, y entre esas estaba mi hijo. Pero ya estaba enterrado en una fosa común» Entrevista 036-VI-00027. Mujer, urbana, defensora de derechos humanos.[1]

El léxico criminológico en Colombia describe la fosa común como terrenos clandestinos donde ilegalmente se inhuman en un mismo perímetro, uno o varios cadáveres con el fin de ocultar la identificación de estos e impedir la investigación y la acción de la justicia.

¡Jueputa, se murió Francisco!

Y yo estuve tan mal, tan mal, y yo...

Llamé a todo el mundo: «Estoy segura de que Francisco se murió». «¡No, no, no! Que no puede ser, ¿de dónde sacó eso?». «Francisco se murió. Sí, porque él vino a despedirse de mí, si no yo no hubiera sentido eso».

Días después encuentran un cadáver en una fosa común. Lo reconocimos por una camisa que él se ponía mucho –decía que era su amuleto–. Una camiseta que decía: «Colombia vive. Diálogo de la cultura por la vida».[2]

Hay cuerpos de segunda, no todos los seres humanos valen lo mismo, es como si hubiera víctimas de segunda clase…

Hoy en día, como la morgue no sirve, dejan los cuerpos tirados en la canastilla donde lavan los muertos. Ahí duran hasta tres, cuatro días hasta que se ponga morado. Nadie da garantía. Cuando fui gobernador del cabildo me tocó responsabilizarme, apropiarme de ese problema, y el alcalde, como si nada.

Me ha tocado ir con niños a pedir un cajón. Nos toca durar hasta cuatro, cinco días metidos en la morgue. Y cuando lo sacamos de allá, el cuerpo está descompuesto. Eso fue más o menos por el 2016. A uno le tocaba llevar el muerto en pura carretilla, sin ningún cajón. Tocaba abrir una fosa común y tirarlo con una cobijita que medio se le había puesto.

Con los blancos y los campesinos yo creo que no pasa eso, pero con el indio amorúa sí. Fallece un colono, un occidental, e inmediatamente tiene ayuda del alcalde y del gobernador. Le pagan hasta la funeraria pa que lo velen. Muere un amorúa y es como si se hubiera muerto un perro de la calle.[3]

Fotografía tomada en Bogotá, en 2020; instalación (Bogotá, Colombia, 28/08/2023) obras de Manuel Antonio Velandia Mora realizadas para este proyecto. Velandia es Ganador de la Beca Idartes de apropiación de Bogotá Diversa dirigida a los sectores sociales en la categoría víctimas del conflicto armado colombiano.

Common pit

"My son was killed on January 16, 2007. He disappeared and I came to find him ten months after his murder, when his name was published in La Chiva, now called Q ' was. Because it turns out that, at that time, with so much violence, so many deaths, there were 105 NN people in the Universal Cemetery, and among them was my son. But he was already buried in a common grave» Interview 036-VI-00027. Woman, urban, defender of human rights.[4]

The criminological lexicon in Colombia describes the mass grave as clandestine land where one or several corpses are illegally buried in the same perimeter to hide their identification and prevent investigation and justice action.

Whore, Francisco died!

And I was so bad, so bad, and I...

I called everyone: "I'm sure Francisco died." "No no no! That can't be, where did he get that from? ». "Francisco died. Yes, because he came to say goodbye to me, otherwise I would not have felt that.

Days later they find a corpse in a common grave. We recognized him by a shirt that he wore a lot – he said it was his amulet. A T-shirt that said: “Colombia lives. Dialogue of culture for life».[5]

There are second-class bodies, not all human beings are worth the same, it is as if there were second-class victims...

Nowadays, since the morgue is not working, they leave the bodies lying in the basket where they wash the dead. There they last up to three, four days until he turns purple. Nobody gives a guarantee. When I was governor of the town hall, I had to take responsibility, take ownership of that problem, and the mayor, as if nothing had happened.

He has had to go with children to ask for a drawer. We must last up to four, five days in the morgue. And when we get him out of there, the body is decomposed. That was around 2016. One had to carry the dead person in a wheelbarrow, without any drawer. He had to open a common grave and throw it out with a blanket that he had half put on.

I don't think that happens with whites and peasants, but with the Amorúa Indian it does. A settler, a westerner, dies and immediately has help from the mayor and the governor. They even pay the funeral home to watch over him. An amorúa dies and it is as if a street dog had died.[6]

Photography taken in Bogotá, in 2020; installation (Bogotá, Colombia, 08/28/2023) works by Manuel Antonio Velandia Mora carried out for this project. Velandia is the Winner of the Idartes Scholarship for appropriation of Bogotá Diverse aimed at the social sectors in the category of victims of the Colombian armed conflict.



[1] “Mi cuerpo es la verdad. Experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado. Hay futuro si hay verdad”. Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (Bogotá, 2022).

[2] Volumen Testimonial del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Versión digital - 28 de junio del 2022

[3] Ibidem.

[4] “My body is the truth. Experiences of women and LGBTIQ+ people in the armed conflict. There is a future if there is truth”. Final Report of the Commission for the Clarification of Truth, Coexistence and Non-Repetition (Bogotá, 2022).

[5] Testimonial Volume of the Final Report of the Truth Commission. Digital version - June 28, 2022

[6] ibidem


 

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