De cuerparios y guerra: Cuerpos prohibidos y limpieza social
En Medellín, en la
Comuna Popular 1, un grupo de jóvenes de las diversidades LGTBI y de géneros y
cuerpos creó el Movimiento de diversidad sexual CRAV LGTB; nació por la
necesidad de visibilizar(se). Empezaron un proyecto que reúne pedagogía, arte,
cultura y diversidad. Llevan 18 años construyendo historia. Su enfoque es
promover la libertad sexual y la no discriminación a su población LGBT en los
sectores que habitan. Tienen procesos de educación y prevención, cuentan con un
servicio de escucha en salud sexual, que se encarga de orientar sobre la ITS,
VIH y rutas de acceso a la atención en salud y procesos artísticos tan diversos
como Banda pasión musical de niños y niñas, Papayera de jóvenes y adultos, CRAV
Cómic que propone puestas en escena de sus vivencias por medio de las performances
y teatro.
El festival LGTBI
que se realiza como parte del Componente Memoria y patrimonio, en el que
participé como performer y con un diálogo virtual en 2021, fue financiado con
dineros públicos de presupuesto participativo gestionados por la Alcaldía de
Medellín, Secretaría de Cultura de Medellín, fondos priorizados por los líderes
y lideresas del sector cultural de la Comuna Uno Popular, operado por Metro
parques y ejecutado por la corporación Apolo.
Visibilizar la
historia de las personas de los sectores LGTBI y de las diversidades de géneros
y cuerpos que habitan en la Comuna 1 y recordar los hechos que han llevado a que
con el pasar de los tiempos esta historia haya cambiado, en el contexto del
respeto de los derechos y las agresiones físicas y verbales hacia dichas
personas es un espacio para que las nuevas generaciones, cotejen información de
lo que vivieron allí antes, siguen viviendo con la experiencia de quienes ahora
lo viven. Los relatos vivenciales, que resaltan la importancia que estos hechos
tuvieron para los cambios en la actualidad y la reparación de los derechos de
la comunidad LGTBI para la aceptación con respeto por las diferencias, son el
elemento desde el que se pretende la reflexión sobre cómo fue y cómo es ahora,
y así direccionar futuras acciones.
Performance y acción fotográfica
Muchos jóvenes
tienen en su cuerpo las huellas de la guerra, huellas que día a día en el reencuentro
con el cuerpo transforman la corporeidad, la explicación, emoción y vivencia
corporal particular de cada víctima. La diferencia con una persona que es asesinada
es que la persona desaparece y con ella su dolor, pero para quienes siguen
vivos, seguimos vivos, pasar de víctimas a sobrevivientes y seguir viviendo la
vida con alegría es un ejercicio cotidiano de resistencia al daño físico y
emocional.
La reflexión sobre
estas vivencias en el fundamento conceptual de la acción fotográfica, realizada
in situ, que acompaña la performance “De cuerparios y guerra: Cuerpos
prohibidos” que como ARTivista presenté en Medellín el domingo 7 de marzo. La
acción fotográfica recreó el asesinato de la Heilyn Catalina, mujer trans de 19
años, ocurrido a las 9 de la mañana del 28 de junio de 2020, Justo un año antes
de crear la performance.
El cuerpo no sólo es un territorio físico, es también un
territorio particular y en especial un territorio relacional. En el origen del
cuerpo que somos existe la idea que los cuerpos, los verdaderos cuerpos, deben
ser machos, falocráticas, heterosexuales y misóginos.
El cuerpo de la mujer, el cuerpo que transita, deja de ser
cuerpo para ser cosa. Una cosa que puede ser utilizada como también una cosa
que puede ser eliminada. Recordemos que en Colombia a los cuerpos se le llamó “desechables”,
y el ejercicio de desaparecerlos se le denominó “limpieza social".
Se trata de un exterminio que se ha convertido en un
fenómeno que tiene como escenario principal ciudades o poblaciones de más de
mil habitantes; sus victimarios son grupos ilegalmente conformados que, por
falta de presencia del Estado y en algunos casos con el beneplácito de agentes
de este, deciden tomarse la justicia por sus propias manos. Ante el vacío
estatal y algunas veces con la anuncia de miembros del ejército y la policía,
algunos miembros de la sociedad colman dicho vacío tomando la solución por su
propia cuenta y riesgo.
Los paramilitares hicieron de la ‘limpieza social’ una
operación sistemática. Además de llevar a cabo un trabajo contrainsurgente,
hacían limpieza social, en un intento de ganar audiencia entre la población,
para que los aceptaran. Pero no sólo existen en Colombia grupos de “limpieza
social”, también los paramilitares hicieron de la limpieza una acción
específica de su “trabajo político”.
La excusa para señalar, boletear, obligar al desplazamiento
forzado, exterminar, aniquilar ha sido comprender que “ser hombre” es no “ser
mujer”; un cuerpo que no se subyuga al poder de la falocracia, ya sea el cuerpo
de un hombre homosexual, transitado a la masculinidad, trabajadora sexual, o el
cuerpo de una lesbiana o de una mujer transitada en el género, son cuerpos que
deben ser marcados, separados socialmente, aniquilados.
Si el Estado no sólo calla, sino que además participa con
sus agentes en las ejecuciones, no hay razones para que en la sociedad civil se
vea con malos ojos una práctica inscrita en la historia del conflicto armado
colombiano.
La limpieza social existe en Colombia desde los ochenta, la
primera investigación realizada en 1984 dio cuenta de más de 420 asesinatos, 2
años después el número de aniquilados sobrepasó los 640. Asesinaron hombres que
eran leídos socialmente como “afeminados” y personas transfemeninas, en
especial mujeres asociadas al trabajo sexual. Los grupos que ejercían, y aun
ejercen la limpieza social, es una lista interminable. Se denominaron “Amor a
Manizales”, “Amor a Medellín”, Grupo Amable de Medellín, Robocop, Grupo de
Limpieza Revolucionario (GLR), Organización de Limpieza Social (OLS), Dignidad
Cartagena, Grupo Armado de Limpieza y Muerte al Antisocial, Expendedores y
Consumidores de Droga (GADELSO), Grupo de Ciudadanos, la “Mano negra” que aún
persiste, e inclusive existió uno llamado “muerte a homosexuales”.
Para el 2000 el exterminio social entró en una nueva
dinámica, pasó a ser un instrumento de búsqueda de legitimidad del
paramilitarismo en el proceso de su implantación en las diferentes ciudades,
localidades y comunas.
Entre 1988 y la mitad de 2013, el exterminio social se
presentó en la tercera parte de los municipios del país. Cali fue la ciudad que
llevó la delantera, tanto en casos como en homicidios. Le siguió después
Cúcuta, la ciudad de la frontera donde las operaciones han tenido un gran
despliegue. Luego estaban Medellín, Bogotá y Barranquilla.
Durante el gobierno de Iván Duque fueron asesinadas 448
personas pertenecientes a los Sectores LGBTI y de las diversidades de géneros y
cuerpos. La cifra se sigue incrementando a la fecha, nos enfrentamos en el
gobierno Duque a uno de los periodos más violentos de los últimos años contra
las personas de nuestros sectores. El desborde del exterminio social en nuestro
país nos muestra que somos un sector absolutamente vulnerable.
La enorme cantidad de casos que no pasan por ningún registro
de medios de comunicación masiva testimonian la muerte que viene sembrando la
práctica desde la fundación del paramilitarismo.
Los homicidios, son la acción que suma el 84% de los casos.
La operación seudo política de la práctica del asesinato tiene como su
finalidad el aniquilamiento de los/as/es diferentes. Quien “no da frutos” —hay
que leer quien ya no tiene arreglo— ha de ser arrasada/o/e.
Vivir en un cuerpo prohibido o una cuerpa prohibida pone,
nos pone, a las personas en un lugar sin límites, la sociedad está construida a
punta de límites, las fronteras son un deber ser que nos dice lo que no debemos
ser; por eso, quienes están/ estamos siendo en un espacio corporal diferente y
en una corporalidad distinta quedan/quedamos signados/as/es para siempre en el
territorio de la exclusión.
La performance de Velandia estaba acompañada de una
serie fotográfica que disecciona el cuerpo. A través de la fragmentación pone
atención en aquellos actos de violencia cuyas huellas reconstruyen el cuerpo y
condicionan la vida cotidiana.
Fotografiar víctimas, fotografiar las heridas que deja la
guerra es un ejercicio que nos recuerda la importancia de pasar de víctimas a
sobrevivientes. El mundo no es en blanco y negro, pero la obra que representa
la violencia si lo es, es una manera de quitarle peso al poder de la sangre y al
ejercicio de poder sobre los cuerpos y cuerpas.
La performance fue un ejercicio de reconstrucción del tejido
social como también una forma de reconstruirme a mí mismo/a/e como ser y de
apoyar la reflexión y reconstrucción de víctimas directas e indirectas de las violencias
del conflicto, una amorización a través de la imagen.
En la performance las imágenes como actos de violencia se
repiten, no quieren resaltar a alguien en particular, porque son muchos, muchas
y muches las personas de los sectores LGTBI y de las diversidades de géneros y
cuerpos quienes viven orgullosamente su vida como sobrevivientes. Nos evocan el
Cuerpo territorio al que las heridas representan.
La fotografía que aquí se presenta hace parte de dicha experiencia
ARTivista, la instalación (Bogotá, Colombia, 28/08/2023) de Manuel Antonio
Velandia Mora fue realizada para este proyecto. Velandia es Ganador de la Beca
Idartes de apropiación de Bogotá Diversa dirigida a los sectores sociales en la
categoría víctimas del conflicto armado colombiano.
Of
bodies and war: Forbidden bodies and social cleansing
In
Medellín, in Comuna Popular 1, a group of young people of LGTBI diversities and
of genders and bodies created the CRAV LGTB Sexual Diversity Movement; It was
born out of the need to make itself visible. They started a project that brings
together pedagogy, art, culture, and diversity. They have been building history
for 18 years. Its focus is to promote sexual freedom and non-discrimination to
its LGBT population in the sectors they inhabit. They have education and
prevention processes, they have a sexual health listening service, which is in
charge of guiding about STIs, HIV and access routes to health care and artistic
processes as diverse as Banda musical passion of boys and girls, Papayera for
young people and adults, CRAV Comic that proposes staging of their experiences
through performances and theater.
The LGTBI
festival that is carried out as part of the Memory and Heritage Component, in
which I participated as a performer and with a virtual dialogue in 2021, was
financed with public money from the participatory budget managed by the
Medellín Mayor's Office, the Medellín Ministry of Culture, funds prioritized by
the leaders of the cultural sector of the Comuna Uno Popular, operated by Metro
parks and executed by the Apolo corporation.
Make
visible the history of people from the LGTBI sectors and the diversities of
genders and bodies that inhabit Commune 1 and remember the events that have led
to this story changing over time, in the context of respect for the rights and
the physical and verbal aggressions towards these people is a space for the new
generations to collate information about what they lived there before, they
continue living with the experience of those who now live it. The experiential
stories, which highlight the importance that these events had for the current
changes and the reparation of the rights of the LGTBI community for acceptance
with respect for differences, are the element from which reflection on how it
was and how it is now, and thus direct future actions.
Performance
and photographic action
Many young
people have on their bodies the traces of war, traces that day by day in the
reunion with the body transform the corporeality, the explanation, emotion, and
particular bodily experience of each victim. The difference with a person who
is murdered is that the person disappears and with it their pain, but for those
who are still alive, we are still alive, going from victim to survivor and
continuing to live life with joy is a daily exercise in resistance to physical
and emotional.
The
reflection on these experiences in the conceptual foundation of the
photographic action, carried out in situ, that accompanies the performance
" Of bodies and war: Forbidden bodies" that as an ARTivist I
presented in Medellín on Sunday, March 7. The photographic action recreated the
murder of Heilyn Catalina, a 19-year-old trans woman, which occurred at 9 in
the morning on June 28, 2020, just one year before creating the performance.
The body is
not only a physical territory, it is also a particular territory and especially
a relational territory. At the origin of the body that we are, there is the
idea that bodies, true bodies, must be male, phallocratic, heterosexual and
misogynistic.
The woman's
body, the body that transits, ceases to be a body to become a thing. A thing
that can be used as well as a thing that can be disposed of. Let's remember
that in Colombia the bodies were called "disposable", and the
exercise of disappearing them was called "social cleansing".
It is an
extermination that has become a phenomenon that has as its main scenario cities
or towns with more than a thousand inhabitants; Its perpetrators are illegally
formed groups that, due to a lack of State presence and in some cases with the
approval of State agents, decide to take justice into their own hands. Faced
with the state vacuum and sometimes with the announcement of members of the
army and the police, some members of society fill this vacuum by taking the
solution at their own expense and risk.
The
paramilitaries made 'social cleansing' a systematic operation. In addition to
carrying out counterinsurgency work, they carried out social cleansing, to gain
an audience among the population, so that they would accept them. But not only
do groups of "social cleansing" exist in Colombia, but the
paramilitaries also made cleanup a specific action of their "political
work."
The excuse
to point out, ticket, force forced displacement, exterminate, annihilate has
been to understand that "being a man" is not "being a
woman"; a body that does not submit to the power of phallocracy, whether
it is the body of a homosexual man, transitioning to masculinity, sex worker,
or the body of a lesbian or a woman transitioning into gender, they are bodies
that must be marked, socially separated, annihilated.
If the
State is not only silent, but also participates with its agents in the
executions, there is no reason for civil society to view with bad eyes a
practice inscribed in the history of the Colombian armed conflict.
Social
cleansing has existed in Colombia since the eighties, the first investigation
carried out in 1984 reported more than 420 murders, two years later the number
of murdered exceeded 640. They murdered men who were socially read as
"effeminate" and transfeminine people, in especially women associated
with sex work. The groups that practiced, and still practice social cleansing,
is an endless list. They were called "Love to Manizales", "Love
to Medellín", Friendly Group of Medellín, Robocop, Revolutionary Cleaning
Group (GLR), Social Cleaning Organization (OLS), Dignidad Cartagena, Armed
Group of Cleaning and Death to Antisocial, Retailers and Drug Users (GADELSO),
Group of Citizens, the "Black Hand" that persists, and there was even
one called "death to homosexuals."
By 2000,
social extermination entered a new dynamic, it became an instrument for the
paramilitaries' search for legitimacy in the process of its implantation in
different cities, localities, and communes.
Between
1988 and the middle of 2013, social extermination occurred in a third of the
country's municipalities. Cali was the city that led the way, both in cases and
in homicides. It was followed later by Cúcuta, the border city where operations
have been widely deployed. Then there were Medellín, Bogotá and Barranquilla.
During the
government of Iván Duque, 448 people belonging to the LGBTI Sectors and the
diversities of genders and bodies were murdered. The number continues to
increase to date, we are facing in the Duque government one of the most violent
periods in recent years against the people of our sectors. The overflow of
social extermination in our country shows us that we are an absolutely vulnerable
sector.
The
enormous number of cases that do not go through any record in the mass media
bear witness to the death that the practice has sown since the founding of
paramilitarism.
Homicides
are the action that accounts for 84% of the cases. The pseudo-political
operation of the practice of murder has as its purpose the annihilation of
those who are different. Whoever “does not bear fruit” —you must read who can
no longer be fixed— must be destroyed.
Living in a
forbidden body or a forbidden body puts, puts us, people in a place without
limits, society is built on limits, borders are a must that tells us what we
should not be; For this reason, those of us who are/are being in a different
bodily space and in a different corporality remain/are forever marked in the
territory of exclusion.
Velandia's
performance was accompanied by a photographic series that dissected the body.
Through fragmentation, he pays attention to those acts of violence whose traces
reconstruct the body and condition daily life.
Photographing
victims, photographing the wounds left by war is an exercise that reminds us of
the importance of moving from victims to survivors. The world is not in black
and white, but the work that represents violence is, it is a way of removing
weight from the power of blood and the exercise of power over bodies.
The
performance was an exercise in the reconstruction of the social fabric as well to
rebuild myself as a being and to support the reflection and reconstruction of
direct and indirect victims of the violence of the conflict, an amorization
through the image.
In the
performance, the images are repeated as acts of violence, they do not want to
highlight someone, because there are many, many, many people from the LGTBI
sectors and from the diversities of genders and bodies who proudly live their
lives as survivors. They evoke the territory Body that the wounds represent.
The
photograph presented here is part of this ARTivist experience, the installation
(Bogotá, Colombia, 08/28/2023) by Manuel Antonio Velandia Mora was made for
this project. Velandia is the Winner of the Idartes Scholarship for
appropriation of Bogotá Diverse aimed at the social sectors in the category of
victims of the Colombian armed conflict.
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